viernes, 19 de octubre de 2012

DESDE CÓRDOBA: JARDÍN FLORIDO


Jardín Florido fue un piropeador respetuoso, excéntrico y –sin dudas- el más famoso que pisara alguna vez la ciudad de Córdoba.

Fue dueño de frases bellas e inocentes -pero a la vez ingeniosas-, que engalanaron las calles de aquella tranquila Córdoba.
Su nombre verdadero era Fernando Albiero Bertapelle y había nacido según algunos en Santa Fé, y según otros en Bassano de Grappa, Italia. Tampoco parecería no haber certeza sobre el año de su nacimiento que suele ubicarse en 1875.
Cuando Bertapelle se radica en la ciudad de Córdoba, rápidamente comienza a trabajar en diversos rubros llegando a ser mozo de las confiterías más elegantes del centro de la ciudad, en donde se destacaba siempre por sus “abarrocados” modales. Era un entusiasta hincha de Instituto.
Hacia mediados de los años ’30 conoce al abogado y político conservador Aguirre Cámara, con quien traba amistad y consigue un puesto de camarero en uno de los puntos de reunión más exclusivos a los que acudía la aristocracia local: el Jockey Club.

Pero un detalle que empezó a llamar la atención, era que cuando Bertapelle terminaba su trabajo y emprendía el regreso por la céntrica calle 9 de julio, lo hacía vistiendo frac, guantes, galera, un bastón rematado con una bola de billar de marfil a modo de empuñadura y un llamativo ramillete de flores que prendía de sus solapas.
También se lo vió lucir trajes de impecable blanco, con flor y zapatos al tono o sombreros de safari o botas de explorador.
Sus recorridos por las arterias del centro cordobés son los que le comenzaron a dar fama ya que cada vez que se cruzaba con una mujer, Bertapelle, mientras se quitaba su galera, no perdía ocasión de propinarle elegantes, exuberantes e ingeniosos piropos. Esta costumbre el caballero la repetía inexorablemente cualquiera fuese la edad o aspecto de la dama en cuestión.
“Nada mejor puede suceder en esta esquina: la lluvia y usted” le susurraba a la niña en 9 de Julio y Rivera Indarte.
También podía escucharse en la esquina de San Martín y 25 de Mayo: "En el mar de las veredas con ojos como los suyos, ¿quién podría salvarme?" o “ Adiós rueda de auxilio para un corazón en llanta”.
También dicen que con motivo de la llegada del voto femenino, en 1952, no se perdió de decir a una mujer que pasaba por allí ocasionalmente:  "Adiós, hermosa legisladora del mañana…". La respuesta en todos los casos era una sonrisa de la dama galanteada.


Luego de algún tiempo, y después de varios cambios de actividades, Jardín Florido comenzó a trabajar en la inmobiliaria Villalón, sita en la calle 25 de Mayo al 200, y próxima al Hotel Victoria. Allí hace muy buenos negocios, cuyos beneficios le permiten cumplir su sueño de adquirir un automóvil Packard similar al que usara el cantor Carlos Gardel. A éste coche es que le agrega sendos floreros en los costados, a los que nunca dejaba de mantener en forma.
Lamentablemente, hacia mediados de los ‘50 protagoniza un accidente producto de su particular afición, ya que mientras pasaba con su Packard por la esquina de Urquiza y Jerónimo Luis de Cabrera, quiso saludar quitándose la galera y arrojándole una flor a una mujer que acertó a pasar  por allí, motivo por el cual quitó las manos del volante, ocasionando que el vehículo perdiese el control y lastimara a tres jóvenes.
De esta forma perdió el automóvil y su pequeña fortuna para poder cubrir las  indemnizaciones correspondientes.
Luego de esto siempre se movilizó en tranvía, a los que solía ascender en plena carrera, costumbre que conservó hasta sus últimos años.
Aseguran que no mucho antes de morir deslizó: “Pasarán los días y no me encontrarán, nada más…”. Finalmente, abandonó para siempre su querida Córdoba una fría mañana de julio de 1963 cuando tendría 88 años.

Posteriormente, el famoso conjunto folclórico cordobés “Los del Suquía” inmortalizarían el vals criollo “A Jardín Florido”, obra de Raúl Montachinique,  y que lo pinta en su más galante expresión.
Actualmente tres sitios recuerdan al entrañable personaje en la ciudad de Córdoba: Una placa de cerámica en la calle San Martín, otra en Antonio del Viso 738 (donde vivió junto con su compañera, Eduvije Guevara), y una mayólica en “su” esquina de 9 de Julio y Rivera Indarte, obra de Nélida Varaldi con versos de  Noemí Pedernera.



A Jardín Florido

Calle 9 de julio esquina Rivera Indarte
corazón elegante de mi docta ciudad.
Donde late la vida al compás de los gritos,
de los trinos y los versos del cieguito cantor.

Con su paso altanero se acerca un viejecito
que guarda veinte abriles dentro del corazón.
Quién no lo conoce ahí va Jardín Florido
en el ojal prendido su infaltable clavel.

El piropo elegante que el caballero brinda
a la cordobesita que acaba de pasar
la niña se da vuelta y esboza una sonrisa
que es como una caricia para el galán de ley.

Pasaron muchos años y el centro de la Docta
lo vio todos los días sus calles caminar
y se fue marchitando el clavel de su pecho
que a la dama de negro no pudo galantear.

Galanterías finas, piropos respetuosos
quedaron en el aire del centro cordobés
un clavelito blanco se fue rumbo al olvido
murió Jardín Florido, caballero de ley.
un clavelito blanco se fue rumbo al olvido
murió Jardín Florido, caballero de ley.