martes, 20 de diciembre de 2011

TGV-SNCF-RÉCORD MUNDIAL DE VELOCIDAD SOBRE RIELES

3 de abril de 2007
Resumen del documental de la prueba en la que logró batir el récord mundial de velocidad sobre rieles con un TGV Dúplex de Alstom.


martes, 6 de diciembre de 2011

BRASCÓ, HOMBRE DE MIL CARAS




Viernes 18 de noviembre de 2011 | Publicado en edición impresa

Un inclasificable

Brascó, hombre de mil caras
Poeta, experto en vinos, dibujante, novelista, autor de letras de canciones. Miguel Brascó es todo eso y tal vez más. "Al principio, hacer tantas cosas me parecía divertido. Después me di cuenta de que era un hándicap", dice

Por Leila Guerriero  | Para LA NACION


Es verano. Es 1934. El chico tiene ocho años, está solo en su casa, en un pueblo patagónico llamado Puerto Santa Cruz, un puñado de habitantes a 270 kilómetros de Río Gallegos. Mira el vaso de agua fresca que ha puesto en la mesa, frente a sí, y piensa: "Todavía no". Ha pasado la tarde andando a caballo, jugando con sus mascotas que, en esas latitudes, no son extravagantes (un guanaco, un ñandú, dos pollos) y suda copiosamente mientras ve cómo el vaso de agua chorrea sobre la mesa. Y vuelve a pensar: "Todavía no". Pasarán aún nueve minutos antes que vacíe el vaso de unos cuantos tragos golosos con los que aplacará la sed que le pega la lengua al paladar.

-Era un ejercicio de la voluntad, como si dijeras "No voy a respirar hasta que sea la asfixia".

Casi ocho décadas después de aquellos días, el poeta, dibujante, escritor y crítico de vinos Miguel Brascó pega el mentón al torso y, con una voz que resulta a la vez hastiada y jocosa, agrega: "Eso es algo que yo hago bastante".

En el estudio donde trabaja, un departamento antiguo de Barrio Norte, en Buenos Aires, hay una mesa redonda cubierta de lápices, blocks, cortapapeles; otra, más pequeña, con una computadora; un televisor enorme; un sillón de cuero para las visitas y una silla en la que está sentado él, pantalón claro y campera de lana beige.

-Yo soy ordenado y controlado por naturaleza. Escribo un mail y lo corrijo. Cambio los puntos, pongo diferentes tipos de letras, bastardillas.

A espaldas del sillón para las visitas hay una biblioteca, pilas de libros atados con piolín (T. S. Eliot, Anthony Burgess, Shakespeare, los hermanos Marx, poesía, casi todo en inglés), fotos -García Lorca, su madre, y su mujer actual, la periodista y poeta Patricia Delmar-, rollos de cintas para embalar. Miguel Brascó tiene 85 años y una vida que no parece la de un hombre controlado sino la de alguien cuya marca es el exceso: vivió en Puerto Santa Cruz, en Santa Fe, en Buenos Aires, en Lima, en Madrid, en Holanda; tuvo seis matrimonios, tres hijos (Nicolás, de 60; Irene, fallecida a los 31; Milagros, de 13); es abogado, escribió crónicas de viajes, crítica de vinos, letras de canciones ("La vuelta de Obligado", que cantó Alfredo Zitarrosa), poemas, cuentos, novelas; es dibujante, fundó revistas como Cuisine&Vins y Status; creó tres clubes privados para hombres (The Twelve Fishermen, The Fork Club, Epicure); escribió libros que fueron best-sellers (Anuario Brascó 2006 de los vinos argentinos), dirigió programas de televisión (Chateau Brascó, Beber y beber, Dos de copas) y tiene dos vinos propios, uno de Finca La Anita, otro de Bodegas López.

-Al principio, hacer tantas cosas me parecía divertido. Después me di cuenta de que era un hándicap. El conjunto es curioso, pero llega un punto en que parás y pensás: "Si yo tuviera que escribir mi necrológica, ¿qué pongo?".

-¿Y qué pondría?

A veces, cuando se le hace una pregunta, responde con un silencio falsamente hosco, como si hubiera estado a punto de entender algo del orden de lo divino y acabara de ser interceptado, en ese entendimiento, por el balbuceo torpe de la humanidad.

-Yo sé lo que soy, pero la imagen que doy no es clara. La poesía es una de las cosas que más me expresan. Pero la gente me identifica como el experto en vinos. Yo siempre tengo la sensación de que no cumplí las metas que debía cumplir, por mala administración de mis tiempos o de mi trayectoria.

Y, con un tono bruñido por ocho décadas de buena educación, dice: "Te tendría que invitar con un té, pero eso me llevaría un esfuerzo tremendo".

Las circunstancias del nacimiento son confusas: en la solapa de su primera novela, Quejido huacho (Tusquets, 1999, la historia de un ingeniero que viaja al interior del país y termina enredado en peripecias delirantes), se lee que nació en Puerto Santa Cruz, en 1936, pero en verdad nació en 1926 y, al parecer, en Sastre, Santa Fe, donde tenía familia, aunque se crió en la Patagonia, solo, solísimo porque su padre, Jaime Brascó, era único médico en un radio de 400 kilómetros y porque su madre, Rosa Barreiro, pasaba meses en Buenos Aires acompañando a dos hijos mayores que estudiaban allí.

-Fue una experiencia difícil. Yo era como huérfano.

Baja el mentón, suspira. Después, dice exactamente lo contrario:

-Fue una experiencia buenísima. Yo tenía mar, tenía montaña, tenía nieve, caballos, casa. O sea que la soledad no la vivía como abandono. Y aparte era un pueblo chico. Todos eran tus padres. Leía mucho. Después, mi padre se trasladó a Santa Fe y ahí terminé el secundario. Pero los vi poco a mis padres. Hubo temporadas en que estuve en contacto con mi madre. Ella murió a los 104 años ¿A qué iba esto...?

-Hablaba de su infancia.

-No puedo estar demasiado tiempo ¿Qué tipo de ración querés? Porque como soy polifacético, perverso polimórfico, puedo elegir cualquiera de las polimorfias y.

-Prefiero que hablemos de todo.

-Esa temática rebalsa cualquier reportaje. La otra idea es tomar un aspecto, nada más, y eso en general no se hace. Porque es más fácil contar la vida. Porque la vida mía está llena de anécdotas. Por ejemplo, aprendí a escribir con Onetti. Lo conocí en un café, escribía cuentos y se los mandaba. Me dijo que yo no estaba capacitado para escribir una novela y tenía razón, porque la escribí ya grande y con gran dominio de la técnica narrativa. Te aburro.

-No. ¿Tenía una relación con su padre o no lo veía nunca?

-Hay una relación con mi hija Milagros, que vive en otra casa, que es mayor a la que yo tenía con mi padre viviendo en la misma casa. Ahora sí me pasé de tiempo. Hablémonos el sábado.

En el pasillo que conecta su estudio con el living hay estantes donde guarda botellas de vino, puertas que se abren a un cuarto, a la cocina. "Patrice", llama, pronunciando "Pátris".

Patricia Delmar, poeta y periodista, 35 años más joven que él, su mujer desde 2005, recibe por estos días un tratamiento de quimioterapia y eso ha alterado el ritmo de la casa, pero ella sonríe, radiante: "Ya pasará". Brascó cruza las manos detrás de la espalda y murmura: "Mmm". Después, en el vano de la puerta, como si fuera una acusación, dice: "Vos sos muy alta".

***
Miguel Brascó y Patricia Delmar se conocieron en octubre de 2005. Ella fue a entrevistarlo para la revista Nueva y, cuando él leyó lo que ella había escrito, la invitó a la presentación de un libro. De allí se fueron al bar del hotel Plaza y, de allí, a cenar.

-En todas partes lo saludaban. Era como estar con Michael Bublé -cuenta Patricia Delmar-. Surgió un flechazo inimaginable. Me pareció una persona con humor, de gran inteligencia, gran ternura. Claro que había otras cosas que no eran tan fáciles. Tantos matrimonios... Yo soy el número seis. Imaginate. Si con uno es difícil.

***
Cuando se habla de Brascó se habla de su humor, de sus neologismos, de sus arcaísmos, de que es capaz de escribir con la misma soltura péndex, comme il faut y verija; de sus moñitos, de su gran nariz, de sus ojos intensos y, usualmente, se le piden fórmulas para combatir la resaca o se lo incita a hablar mal de los sommeliers, a quienes llama bobetas cada vez que puede, burlándose de los que encuentran en los vinos aromas a flores blancas, arándanos, grosellas. Pero él -él- preferiría hablar de una novela que está escribiendo, Los leopardos son cosa del atardecer, o de su próximo libro de poemas. Preferiría que alguien, un lector, lo recordara no por sus comentarios sobre el cabernet sino por sus dibujos de trazos finos o sus versos que dicen, por ejemplo: "Ella, mi amor, por cuyos ojos miré".

"Chesrow no murió inmediatamente sino una o tal vez dos horas después. Esa cuota adicional de existencia debemos suponer que de nada le sirvió. Se mantuvo inconsciente hasta que la vida lo dejó de lado para siempre", escribió en su novela Quejido huacho. "'Mencione tres pescados del río', pide uno a señora frente a góndola de supermercado. 'Sapo cancionero, surubí, dorado', contesta la interpelada erudita y sin vacilaciones", escribió en la columna semanal sobre vinos y cuestiones gourmet que publica en LNR desde 2007. Esa diversidad de registros que es, a un tiempo, su habilidad, su némesis.

***
Es martes, apenas pasadas las once de la mañana. El estudio está lleno de luz, aunque por las tardes es un sitio oscuro. A Brascó este departamento no le gusta, pero vivir con Patricia Delmar en el sitio lleno de recuerdos donde él vivió tres décadas no era una opción. De modo que aquí están, rodeados de jardines en los que ella cultiva sus plantas mientras él no se decide a desembalar la biblioteca.

-Yo siempre estuve con mujeres más jóvenes que yo. Ése fue el gran error de mi vida. Las mujeres jóvenes tienen el don, eventual y fugitivo, de tener lindas piernas. Eso rápidamente desaparece. Hace unos años, después de mi última pareja, la madre de Milagros, dije: "Nunca más llevo una relación con alguien joven, porque es antinatural". Entonces a unas amigas se les ocurrió que era candidato para una mujer grande y me empezaron a presentar a sus madres, que eran prejuiciosas y antiguas. Yo necesitaba una mujer joven, con más años. Y eso fue Patricia. Yo estaba en la etapa en que buscaba una viejita. El hecho de que tuviera 50 me pareció muy atractivo.

En una de las paredes del estudio hay un dibujo del rostro de Franz Kafka. Sobre la biblioteca donde están sus diccionarios (habla inglés, lee en francés, italiano, portugués y alemán), hay una foto suya, tomada cuando tenía dos años.

-Bajo el brazo llevo papeles con cosas que dibujaba.¿Querés un mate?

-Bueno.

Cuando él era adolescente, la familia se trasladó a Santa Fe, donde Brascó hizo el colegio secundario, fundó un teatro de títeres, estudió pintura. A los 17, para olvidar un amor, se emborrachó con caña y ésa, dice, fue una de las pocas veces que se emborrachó.

-Ella no me daba bola. Prefería a otros. Si te rechaza, vos decís "Será lesbiana", te tranquilizás. Pero si es selectivo, no.

Siempre cuenta que tuvo tres novias lesbianas y, con un estilo que consiste en decir barbaridades bajo la pátina de una civilizada convicción, explica: "Hay lesbianas pasivas y activas. La lesbiana pasiva es doblemente sumisa, por mujer y por lesbiana. Entonces son amantes deliciosas". En su libro de relatos de 1968, Criaturas triviales, hay un cuento llamado "Hebe por una pipa".

-Yo las historias de mis novias lesbianas las he escrito todas. "Hebe por una pipa" es, de hecho, la historia de un tipo que tiene una novia lesbiana. Ese tipo tiene un amigo que está seducido por ella, pero que no sabe que es lesbiana. Y a su vez al protagonista le gusta la novia de su amigo. Entonces arman un trueque. El protagonista dice: "Bueno, te la cambio, pero mi novia es una mujer muy llamativa y tu novia es medio pava, así que yo te cambio a mi novia por la tuya, más una pipa que vos tenés, de cerezo". Eso me pasó tal cual a mí. Entonces el tipo me dio la pipa, hicimos el trueque y él se fue con mi novia lesbiana, y yo me quedé con la suya. Hasta que él descubrió que la que había sido mi novia era lesbiana. Eso le pareció terrible y me vino a reclamar.

-¿Qué le reclamó?

-La pipa.

***
A los 17 años quiso estudiar letras, pero su padre le dijo: "Vas a ser toda tu vida un empleado del Estado".

-Él no pensaba que yo podía ser Borges. O sea, tenía razón. Entonces negocié y estudié abogacía y, paralelamente, letras. Me recibí en 1952 y me fui a Buenos Aires, huyendo de Santa Fe.

-Usted se había casado.

-Sí. Estaba divorciado.

-¿A qué edad se había casado?

-Veinte años.

-Con una mujer más grande.

-Sí. Ocho años. Entonces, volviendo al tema, en Buenos Aires conseguí trabajo en un estudio donde estaba César Fernández Moreno, el hijo de Baldomero.

Miguel Brascó se había casado, en Santa Fe, con una mujer llamada Blanca Goetzinger, actriz. Cuando se fue a Buenos Aires dejó con ella al hijo de ambos, un chico llamado Nicolás al que no volvería a ver en treinta años.

-Te doy otro mate.

-No, gracias.

-No te gusta el mate. Yo me habría tomado por lo menos dos.

***
-Creo que él no estaba acostumbrado a tener debates -dice Patricia Delmar-. Estaba acostumbrado a que le aplaudieran sus aseveraciones. Yo defiendo muchas cuestiones sociales, pero él tiene una forma un poco más individual. Y me parece que ya no tiene curiosidad por conocer otras culturas. Conoce determinados países de una manera y ya no quiere conocer nada más. Y es un obsesivo del trabajo. No hay vacaciones, no hay tiempo libre. Yo pensaba que tenía un perfil más osado. Pero es muy tradicional. En temas gastronómicos, por ejemplo, hay cosas que deben ser así. Tal cosa debe tener 20 minutos de cocción y no pueden ser 25. Y yo que cocino a ojito, pobre...

***
En 1955, Brascó pidió una licencia en el estudio de abogacía donde trabajaba y se fue a Bolivia, acompañando al músico Ariel Ramírez a quien había conocido en Santa Fe y que era su amigo. De Bolivia se fue a Lima donde, vendiendo dibujos, trabajando para el diario El Comercio, se quedó un año.

-En 1956 me fui a Madrid a estudiar el posgrado de derecho en la Complutense. Me vinculé con el decano de Letras, que era Vicente Aleixandre, el poeta, y me permitió hacer también el posgrado en Letras.

De España viajó a Holanda, donde vivió hasta 1961 trabajando como traductor de inglés para la empresa Phillips, en un pueblo llamado Eindhoven.

-Antes pasé unos meses trabajando como obrero en una fábrica de etiquetas de cigarros. Quería tener la experiencia. Yo manejaba una máquina, una plancha que imprimía por presión. Vos ponías la página y después decías "Pasóp", que quiere decir "Attenti", y bajabas la máquina. Decías "Pasóp" porque había un tipo que, cuando vos levantabas, ponía el papel con la mano, entonces tenías que tratar de no aplastarlo. Pasóp, chin, pasóp, chin. Por ocho horas. No es tan inhumano. Una vez que uno entra en ritmo, se siente parte de algo que funciona.

-¿Vivía solo?

-No, con la poetisa peruana Lola Thorne, que por entonces trabajaba en la embajada de Perú. Con ella tuve una hija. Esa hija murió en un accidente de automóvil. Murió de una manera muy rara.

Se levanta y camina hasta un mueble donde hay varios portarretratos. Regresa con la foto de una chica sonriente, con el pelo oscuro, rulos.

-Tenía 31 años, más o menos. Venía caminando por Figueroa Alcorta. Un auto subió a la vereda y la mató. Se llamaba Irene. Yo tengo un libro de poemas, Otros poemas e Irene, pero no tiene nada que ver con eso.

Otros poemas e Irene fue su primer libro y salió publicado en 1953. Allí, en "Retrato de damas y denuncia", escribía poemas que no tenían nada que ver con eso: "Todo ocurrió en la medida en que ella y yo lo habíamos imaginado previamente./ Ocurrió en trenes, hoteles de poca categoría, en habitaciones del suburbio,/ en litorales arenosos, en salas correctas con alfombras, en momentos de euforia [...]".

A principios de los años 60 decidió regresar a la Argentina y se empleó en el mismo estudio de abogacía que había dejado cinco años antes.

-Mi mujer fue trasladada a Perú, después a Río de Janeiro. Ese matrimonio se fue debilitando. Mi hija Irene vivió conmigo. Habíamos puesto casa con Ariel Ramírez, en Colegiales. Era una casa open, llena de músicos y escritores. Irene tenía una colección de madres ahí. Ariel Ramírez estaba componiendo la Misa criolla y me pidió que le escribiera villancicos para la cara B del disco. Pero no se me ocurría nada. Él me decía: "Pero es una pavada, los villancicos son muy elementales". Y yo, nada. Entonces se los dio a Félix Luna, que rápidamente hizo las letras y ganó muchísimo dinero y yo perdí una fortuna.

Por esos años empezó a publicar en una revista llamada Usted. Esos textos llamaron la atención de los editores de Claudia, una revista para mujeres que era, por entonces, una de las más vendidas. Al poco tiempo escribía allí una sección llamada "La vida bella".

-Ahí empezó lo de los vinos y la comida. Simplemente sucedió. Yo di con una especialidad periodística que, para desarrollarla bien, hay que haber ejercido el oficio de la poesía. Cuando uno ha aprendido a buscar la palabra justa para describir la diferencia que hay entre la tristeza que siente porque está lejos de su patria o porque una mujer lo ha dejado o porque ha descubierto que la existencia carece de sentido, puede escribir de vinos. Y yo escribo sobre vinos con la misma técnica con que escribo una crónica de viaje.

En 1961 publicó su segundo libro de poemas, Tribulaciones del amor. Tres años después el tercero, La máquina del mundo. Escribía en Claudia, hacía una sección de humor en el suplemento "Gregorio", de la revista Leoplán, y mantuvo esa promiscuidad entre el periodismo, los poemas y la abogacía hasta 1964, cuando supo que estaban buscando un redactor para el departamento de publicaciones de Ducilo, una empresa norteamericana que hacía fibras. Llamó al jefe del departamento, Carlos Duelo, ex director de Leoplán, y le anunció: "Tengo al mejor". Duelo le preguntó quién era y Brascó le respondió: "Yo".

-Pero no fue fácil, porque los norteamericanos te investigan el prontuario.

Y cuando investigaron el prontuario, los americanos descubrieron que Brascó había militado, en la universidad, en un partido de centroizquierda. Eso fue un obstáculo hasta que recordó un artículo que sobre él había escrito Raúl González Tuñón, poeta comunista que había tenido acceso a una carta en la que Brascó criticaba las revoluciones -todas: de la francesa en adelante- diciendo que eran inútiles. En su artículo, Tuñón describía a Brascó como un reaccionario.

-Entonces lo llamé. Él estaba avergonzado, porque habíamos sido más o menos amigos, y yo le dije "Pero Raúl, por Dios, qué importancia puede tener, si yo además soy efectivamente muy reaccionario. Lo que necesitaría es un ejemplar de la revista". Me lo consiguió, se lo mandé a Duelo, Duelo se lo dio a su superior y así entré a trabajar en Ducilo. Al día siguiente lo llamé a Raúl y le dije: "Te llamo para agradecerte tantísimo, no sólo el ejemplar, sino que hayas escrito eso, porque entré en una empresa norteamericana y me pagan fantástico".

-¿Y él que le dijo?

-"Te felicito".

Así devino editor del house organ de Ducilo y, en una performance que repetiría en la década del 80 editando la revista de la tarjeta Diners, convirtió esa publicación burocrática, que a nadie le interesaba leer, en algo que se esperaba con ansiedad.

-La leían porque era entretenida. Lo hice muy bien.

Cuatro años después, cuando logró que sus colaboraciones en medios como Claudia, Tía Vicenta y Primera Plana aumentaran en cantidad y buena paga, renunció.

-Cuando logré que mi trabajo periodístico fuera muy fuerte, renuncié. Yo siempre he trabajado mucho. El ocio no es lo mío.

Brascó hace un gesto discreto y mira el reloj.

-¿Quiere que sigamos otro día?

-Sí. Perdón. Tengo que ejercer mis funciones de enfermero. Es duro.

***
-Tiene tantos talentos -comenta Manuel Mas, propietario de la bodega Finca La Anita y uno de sus mejores amigos-. Creo que él querría que lo reconocieran más como escritor, pero trabaja tanto que no tiene tiempo. El otro día fuimos a un restaurante chino y le dije: "Miguel, lo vas a volver loco al chino". Le traía un vino y Miguel protestaba: "No, ésta no es la cosecha que yo quiero". Traía otro y tampoco. Entonces propone: "Vamos a tomar champagne".

Y llega el chino con un balde con dos copas. Miguel le dice: "Esta copa no". Y el chino: "¿Ésta no copa champagne?". Miguel le explica: "No me entra la nariz". Y el chino pregunta: "¿Tomar nariz?". Hasta que el chino entendió que quería una copa ancha. En un momento le dije: "Pará, Miguel, porque lo vas a volver loco". Pero él pone piñón fijo y le da, sin fijarse a quién. Si le dan un box, quiere una mesa con sillas, y si le dan una mesa con sillas, quiere un box. Mañerea.

***
Es jueves, casi noche. En el estudio de Brascó suena el teléfono. Atiende y, cuando cuelga, dice:

-Este hombre tiene esa disponibilidad que tiene la gente rica, que es tan linda. Le porponés: "Me estoy yendo a Río Cuarto. ¿No querés venir?". "Sí", te contesta, y va con vos.

-¿Tiene muchos amigos?

-No. Uno de los más antiguos es Landrú. Lo conocí en Tía Vicenta. En los años 60, Citizen había organizado un concurso en la revista Claudia cuyo premio era un viaje con Brascó y Landrú a Zimbabwe. Fuimos. Pasamos por Sudáfrica y viajamos hasta Durban en auto. En una encrucijada de caminos, Landrú me pide: "Doblá acá". Así que yo doblé. Llegamos a un pueblo que se llama Umptata. Con gran influencia de arquitectura africana.

-¿Y cómo es eso?

-Chozas cónicas. Había una especie de drugstore. Entonces Landrú repite: "Pará acá". Y yo paré. Él quería comprar grabaciones de música africana genuina y suponía que las iba a encontrar en esos lugares. Entramos al drugstore y lo primero que vemos es a un médico brujo, con cuernos y una piel como de leopardo. Yo me quedé paralizado de admiración. Landrú, en cambio, se enganchó con una señora gorda que efectivamente vendía discos de pasta. La teoría de Landrú es que es inútil hablar otro idioma que el propio. Él no habla más que castellano. Y afirma: "Uno tiene que hablar el castellano con convicción, articulando bien, mirando al otro a los ojos, y el otro te entiende". Entonces en un momento me di vuelta y él estaba con la negra, probando discos, y le decía: "Poné-la-banda-cuatro". Y la otra ponía la banda cuatro. Te juro. En un momento noté que había una cosa amenazante. Y le digo: "Tenemos que irnos". Salimos y estábamos rodeados de chicos, entre 12 y 17 años, que son los más peligrosos, y nos decían una sola palabra en un idioma que ni siquiera Landrú podía entender. Rápidamente nos metimos en el coche y nos fuimos, seguidos por los chicos que nos gritaban cosas. Según Landrú, nos pedían plata.

En 1974, cuando fundó la revista para hombres Status, ya era un crítico reconocido, capaz de escribir que un vino era caro al cuete o de argumentar, sin metáforas pretenciosas, por qué tal otro resultaba excepcional. En los años 80, fundó Cuisine & Vins, una publicación de cultura gastronómica que hizo junto a quien era su mujer, la periodista Lucila Goto.

-Pero Lucila se enfermó y murió a los 40 años, en 1992. Fue muy duro para mí, habíamos estado catorce años juntos.

Por esos días lo entrevistaron en Clarín y Brascó confesó que sentía que sólo iba a vivir tres años más.

-Era verdad. Sentía eso.

Entonces, en Santa Fe, un hombre llamado Nicolás leyó ese artículo y le escribió una carta donde le contaba que él era su hijo y que, ya que iba a morirse, quería conocerlo.

-Yo no había tenido ningún contacto con él. Desde el día que me fui de Santa Fe no la vi más a mi mujer. Ella se murió y yo no la volví a ver.

-Pero su hijo sabía que usted era su padre.

-Él sabía todo. Pero yo no era una criatura bien aceptada por mi ex mujer.

Se inclina hacia adelante, une las manos entre las rodillas.

-Yo procedí como un chancho. Me fui. Era un capítulo negro en mi vida. Lo abandoné totalmente. Ahora tenemos buena relación. Él tiene 60 años, una empresa que produce cosas vinculadas con la gastronomía. Es un gran tipo.

Después de la muerte de Lucila Goto, un enredo económico hizo que tuviera que deshacerse de Cuisine Vins, pero siguió escribiendo en varios medios, organizando ferias de productos gourmet y, a fines de los años 90, formó pareja con la chef Luisa González, con la que tuvo a su hija Milagros.

Son más de las ocho de la noche cuando suena el bramido ronco del portero eléctrico. Brascó se levanta, pregunta quién es. Cuelga sin responder.

-Una de las infinitas amigas de Patricia. Yo tengo pocos amigos, pero Patricia tiene infinidad. ¿Qué decíamos? Tengo la sensación de que hemos hablado mucho.

***
-Creo que él tiene la fuerza de un rinoceronte -dice Emilio Garip, amigo de Brascó y dueño del restaurante Oviedo-. Por otra parte, piensa que va a ser eterno, y eso es genial. Habla como si tuviera 40. Pero creo que tiene una disconformidad consigo mismo, porque hace demasiadas cosas. Él me comentó una vez: "Yo tendría que haber sido sólo pintor, sólo escritor".

***
"Van doce poemas. En principio nos reuniremos el martes y el miércoles de 19 a 21 horas. Confirmar, por favor, cada vez por la mañana. Afectos de Brascó". Eso decía el mail pero la entrevista, finalmente, se hace un domingo a las siete de la tarde. A las siete menos dos minutos el timbre suena en el departamento de Brascó, pero nadie atiende. A las siete menos un minuto el timbre vuelve a sonar y, otra vez, nadie atiende. Finalmente, a las siete y diecinueve segundos, el timbre vuelve a sonar y, entonces sí, la voz de Brascó pregunta:

-¿Quién es?

Arriba, en el primer piso, abre la puerta de su departamento.

-Con ese tapado deberías usar una bufanda -dice-. Te queda muy bien. Pasá.

Cuando se le pregunta cuál es el rasgo que predomina en su carácter, Brascó responde: "El orden".

***
-Yo me quedé deslumbrada -recuerda Patricia Delmar- cuando vi el placar con los suéters y las camisas en fundas de nylon. Cuando viaja, para preparar el equipaje, lo dibuja: un cinturón, dos calcetines, zapatos. Pero después hay otras cosas. Cuando salís a comer, los sommeliers le temen. Viene una sommelier y él le pregunta dónde estudió y la chica contesta: "En tal lugar", y Miguel dice: "Ah, con razón". Hemos tenido situaciones en que de golpe nos dejan de atender. Todo por esa exigencia. Y siento también que a pesar del perfil renacentista que tiene, de golpe le hubiera gustado explotar más lo literario. Como que no le dedicó la intensidad de ocho décadas, y que le hubiera gustado.

***
El departamento está embebido en el aroma de un arroz a la peruana con el que Brascó estuvo fantaseando durante días y que preparó hoy, aprovechando un oasis en el tratamiento de su mujer. Su estudio se aprieta en torno a la luz ambarina de una lámpara. En la computadora hay un documento abierto en el que escribe su próxima columna para LNR, poco más de una página que le toma dos días. Patricia Delmar está arrebujada, mirando una película en la sala.

-No miramos mucho cine juntos porque yo creo que el cine es entretenimiento. Si no hay una explosión anaranjada o una historia de la CIA, difícilmente aguante una película. Con Bergman he hecho intentos desde chico, pero nunca entendí nada. Aún hoy.

Sobre una mesa hay una botella de vino sin etiqueta, un plato con papas fritas.

-Es una de las botellas que me mandan las bodegas, para que las evalúe. Vamos a probar.

Sirve, se sirve. Dice que hay que hacer un buche antes de tragar y lo hace con elegancia, de modo que no parece un enjuague bucal.

-No tiene mucho aroma, pero tiene una vuelta, que se llama retrogusto, particularmente interesante. ¿Qué me habías preguntado?

-¿Hay alguna persona imprescindible para usted?

-La persona con la cual has elegido vivir siempre es imprescindible.

Hace un silencio. Cada vez que se queda callado se produce, a su alrededor, una suerte de agobio.

-La palabra "imprescindible" hace difícil contestar, porque la experiencia te indica que no existe la imprescindibilidad. Existen largos períodos en los cuales uno tiene una sensación de extrañeza por el hecho de que esa persona no esté.

Después pregunta:

-¿Querés más vino?

-No, gracias.

-No te gustó. Le voy a decir a la bodega que no te gustó..

jueves, 1 de diciembre de 2011

JORGE FRASCA

Hoy quisiera que disfruten de algunas pinturas de quien ha sabido llamar poderosamente mi atención de empedernido viajante de nuestro país.
El artista no es otro que Jorge Frasca, quien ha sabido plasmar, inequívocamente, rincones representativos de la tierra argentina.
Es muy recomendable, y será una buena inversión de tiempo, visitar su sitio web.


Jorge Frasca
Argentino, maestro del paisaje, pintor del aire y de la luz.
Autodidacta, dueño de un estilo marcadamente individual, aplicado alumno de sí mismo y referente absoluto en su país de una corriente pictórica.
Su obra es extraída directamente del paisaje y sus silenciosos ocupantes, las construcciones del hombre que cortan el horizonte. Atento observador del escenario natural de su tierra, la refleja en gran parte de sus trabajos.
Como viajero frecuente de este ancho mundo ha realizado series de pinturas sobre el norte de Africa, Marruecos, Mali, etc. y sobre los pueblos blancos del sur de España y el norte de Italia.
La obra de este artista forma parte de colecciones privadas y públicas de Argentina, Japón, Alemania, Suiza, España, Italia, Gran Bretaña, Kuwait, Arabia Saudita, Australia, Estados Unidos, etc.
Desde 1980 realiza muestras individuales y colectivas en Argentina y en otros países y no autoriza que su obra participe en ningún premio y/o concurso.
Jorge Frasca nace en Buenos Aires en 1945 y desarrolla la mayor parte de su tarea en su país.
















jueves, 17 de noviembre de 2011

MONET

Claude Oscar Monet (París, 1840 - Giverny, 1926)

Pintor francés, figura clave del movimiento impresionista.
Sus inclinaciones artísticas nacieron del contacto con Boudin en Le Havre, y las excursiones al campo y la playa durante su adolescencia orientaron el posterior desarrollo de su pintura.

Después del servicio militar en Argelia, regresó a París, donde en el estudio de Gleyre conoció a jóvenes artistas como Renoir, Sisley y Bazille, y en el popular café Guerbois contactó con un grupo de intelectuales, literatos y pintores como Zola, Nadar, Cézanne y Degas, que junto con Manet comenzaban a oponerse al arte establecido.

Los serios problemas económicos y el nacimiento de su hijo ilegítimo, Jean, en 1867, condujeron a Monet a vivir una época de hambre y pobreza extremas, así como a un intento frustrado de suicidio. Durante la contienda franco-prusiana, el artista se refugió en Inglaterra, donde conoció a Pissarro y obtuvo el apoyo económico y la amistad de Paul Durand-Ruel. Allí se interesó mucho por la obra de Turner, que tanto influiría en su percepción de la luz y el color. Según Monet, el pintor que se coloca ante la realidad no debe hacer distinciones entre sentido e intelecto.

A partir de 1872, Monet se interesó por el estanque de Argenteuil como lugar idóneo para adaptar su técnica a la representación rápida del agua y la luz.

El primero de los “ismos” modernos tenía ya denominación y Monet era considerado jefe del grupo.
De 1878 a 1881 el artista permaneció en Vétheuil, trabajando en la línea iniciada en Argenteuil, sin participar en la quinta y sexta exposiciones impresionistas de los años 1880 y 1881. Después de una estancia en Poissy, que se prolongó hasta 1883, Monet, en compañía de su segunda esposa, Alice Hoschedé, se trasladó a Giverny, donde vivió hasta su muerte.




A partir de 1890 la pintura de Monet se vuelve más compleja y la inmediatez y la euforia iniciales se transforman en insatisfacción y melancolía, en un difícil intento por conciliar la técnica fresca y expresiva de sus primeros años con búsquedas más profundas y ambiciosas que podían prolongarse durante varios días, meses e incluso años, con la intención de crear obras que encerraran una mayor complejidad: variaciones que en su reiteración temática permitieran enfatizar la investigación de las resoluciones formales.
Durante los últimos treinta años de su existencia, el artista trabajó en torno a su jardín de agua de Giverny. En un prado vacío por el que pasaba un pequeño arroyo construyó un exuberante jardín en el que un gran estanque, colmado de nenúfares de todos los colores y rodeado por sauces y árboles exóticos, se cruzaba por un pequeño puente, de forma ovalada, que aparecía en numerosas pinturas de la época, como en El estanque de las ninfeas (1900, Museo de Orsay, París) o la lírica composición titulada El puente japonés (1918-1924, Museo de Orsay, París).

Todo el tiempo y el dinero que Monet invirtió en la construcción de este jardín se vio compensado por las pinturas que de él surgieron; el agua era nuevamente un espejo cuya apariencia se modificaba con los efímeros e imprevisibles cambios del cielo que en él se reflejaban.

Allí nacieron también las conocidas series de Ninfeas o nenúfares que, más tarde, se asociaron a las aportaciones de Kandinsky, Klee, Picasso y Braque, como símbolos del nacimiento de la abstracción en la pintura occidental, tras largos siglos de predominio de la representación figurativa. Las Ninfeas: paisaje acuático (1903, Bridgestone Museum of Art, Tokio), Nenúfares al atardecer (1916-1922, Kunsthaus, Zurich) o Ninfeas (1919-1920, Museo Marmottan, París) son obras de gran formato que, en cierto modo, pueden ser contempladas por el espectador contemporáneo como pinturas abstractas.

Cézanne aludió a la capacidad del artista para captar objetiva e inmediatamente la realidad. Sin embargo, su proceso creativo iba más allá de la observación directa de la naturaleza y empleaba la memoria visual como recurso imprescindible para el acabado de sus composiciones. Las imágenes que se forman en la memoria son percepciones, igual que las determinadas por la visualización de las cosas, y entre ambas puede surgir, como ocurrió en la pintura de Monet, una nueva concepción de la imagen pictórica de la realidad.

En sus últimas composiciones de lirios de agua, la forma está prácticamente disuelta en manchas de color lo que, de algún modo, resulta una anticipación de lo que sería más tarde el arte abstracto.




Sendero en el Jardín de Monet

El Puente Japonés

Hielo Flotante Cerca de Vetheuil

Il Parco Monceau

Jardín en Flor

Mujer con Sombrilla (Derecha)

Mujer con Sombrilla (izquierda)

 Poppy Field en Argenteuil

Blanche Monet Pintando

Campos de Tulipanes en Holanda

Jardín en Sainte-Adresse

Madame Monet

Puente Wisteria

Catedral de Rouen - 1892

Catedral de Rouen - 1892
 

 Costa de Etrat


 Graneros a fines del Verano, Efecto matinal-1890


 Jardín de Monet en Argenteuil-1873


Venice



viernes, 11 de noviembre de 2011

EL LENGUAJE SE REDUJO TANTO QUE YA "ATENTA CONTRA LA DEMOCRACIA"

Viernes 11 de noviembre de 2011 | Publicado en edición impresa

Preocupante diagnóstico

El lenguaje se redujo tanto que ya "atenta contra la democracia"

Lo dijo el presidente de la Academia de Letras Pedro Luis Barcia; "Se achicó el pensamiento"

Por Alejandra Rey  | LA NACION

Barcia: "Las palabras se mueren cuando se dejan de usar".


"El lenguaje se redujo de tal manera que atenta contra la democracia." Acostumbrado a sorprender con sus declaraciones, Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, mide la reacción de La Nacion ante sus contundentes palabras.

"Cuando no hay capacidad de expresión se achica el pensamiento. Lo vemos todos los días con jóvenes que no leen, que no saben escribir correctamente y terminan con un lenguaje empobrecido. Y ese empobrecimiento intelectual y verbal le hace muy mal al sistema democrático", explica.

Barcia formuló su preocupante diagnóstico durante una entrevista realizada a raíz del reciente lanzamiento del Diccionario argentino de dudas idiomáticas (DADI), publicado por la editorial Santillana, que echa luz sobre errores, vacilaciones, incertidumbres y barbaridades en que caen los argentinos a la hora de escribir y de hablar. Y tanta fe le tienen al diccionario sus autores, que cariñosamente lo llaman DADI, que es como se dice fonéticamente papi en inglés, con la diferencia de que William Shakespeare lo escribía con "y" al final (por lo menos, así se cree).

El libro es fascinante en cada una de sus casi 500 páginas. Ahí se puede saber cómo se conjugan los verbos, qué acepción tienen los adjetivos para saber usarlos correctamente y cómo se han castellanizado algunas palabras nacidas en otro idioma, como chofer, video, etcétera.

"Todo comenzó cuando teníamos acá (por la Academia de Letras, claro, aunque él es fanático de la otra, de Racing) el Consultorio Gramatical de Urgencias; entonces la gente llamaba para preguntar cómo se decía o se escribían las palabras y qué significaba cada una de ellas, y nos dieron un poco de bronca las dudas que tenían. Pero no todo fue malo, porque de allí nació el «dudario básico» que derivó en este DADI", dice, y aclara que dudario es una palabra que existe y que se utiliza de esa manera.

Barcia cuenta, siempre muy entusiasmado, que hubo imposiciones muy graduales que cambiaron el lenguaje, como el voseo y el "ustedeo"; o los horriblemente célebres verbos terminados en izar, como banelquizar; o términos como "corralito", que "nos llevaron a reflexionar y a asentar criterios. Además, piense que es el uso de la gente culta lo que impone la modificación".

-¿Cuál fue el término o la situación más difícil que tuvieron que resolver?

-El dequeísmo fue una de las cosas más difíciles de definir. Nos llevó mucho tiempo y trabajo porque para hacer un buen diccionario es necesario que se cumpla la regla de las tres "C": corrección, concisión y claridad.

Barcia admite que los niños son los que utilizan en forma "lógica" el idioma, porque usan siempre verbos regulares. Y que los irregulares se inventaron por conveniencia. "Y es el uso el que quebró esa lógica. Los chicos dicen «andé a caballo» -ejemplifica- y no está mal conjugado."

Como si fuera una de sus clases y no un reportaje, el lingüista cuenta: "Los teólogos dicen que son los herejes los que hicieron desarrollar la teología, al ponerla en duda. Y lo mismo pasa con la lengua. Fijate, María Montessori [la educadora] decía que la lengua es el cemento social, el gran instrumento de la inclusión. Y es cierto".

¿Qué usamos mal? ¿Qué no se usa? ¿De verdad somos vulgares y caemos en errores groseros? Sí, definitivamente.

Hojeando el diccionario con detenimiento nos topamos con la ignorancia. Por ejemplo, lo correcto es decir absceso, y también es correcto escribir acechanza y asechanza, aunque signifiquen cosas diferentes: la primera, "observar o esperar cautelosamente con algún propósito", mientras que con "s" es "engaño o trampa". Y aclara el DADI: "Ambos términos fueron especializando sus usos y no deben confundirse".

Tampoco es bueno, siguiendo con los ejemplos, decir que algo está arriba de la cama, porque lo correcto es "encima de"; "bienpensante" está mal escrito porque antes de "p" va "m", aunque en forma separada es correcto.

En cuanto a los adverbios, Barcia sostiene que frente a ellos la gente "desconfía", porque algunos son inventados, como "jamasmente", bastante usado en el interior del país. Los periodistas, en cambio, desconfiamos de los gerundios, a pesar de que es más difícil equivocarse con estos últimos que con los primeros.

Y claro, el gran tema es la evolución del lenguaje.

-¿Las palabras se mueren?

-Sí, las palabras se mueren cuando se dejan de usar durante una determinada cantidad de tiempo, pero no puedo decir cuánto exactamente. Yo creo en lo que decía Manuel Seco: "Todos los días saco a pastorear algunas palabras". Mirá, antes al gaucho se le decía "gauderio" o "camilucho", pero son formas que se han perdido.

-Javier Marías, que es miembro de la Real Academia Española, decía que para que las palabras no se murieran había que escribirlas de vez en cuando.

-¡Sí, es verdad y tiene razón! Me gusta ese ejercicio para quedarnos con vocablos totalmente olvidados.

El titular de la Academia dice que el léxico se va perdiendo paulatinamente porque en las aulas no se utiliza el diccionario durante las horas de clases y que es la radio la que conspira para empobrecer la lengua.

"La radio es lo más peligroso en cuanto a la cosa gramatical", concluye.

EJEMPLOS
Algunos casos analizados en el libro

Correcto
Cónyuge
A costa de
Cíber
Abasto
Buen humor
Kiosco
Quilate
Al por mayor
Por más que
Obsceno
Peculio

Incorrecto
Cónyugue
a costas de
Cyber
A basto
Buenhumor
Kiosko
Kilate
Al pormayor
Por más de que
Obceno
Pecunio.

jueves, 3 de noviembre de 2011

FALLECIÓ MONSEÑOR LAGUNA




Murió Monseñor Laguna

Monseñor Justo Oscar Laguna falleció esta madrugada luego de haber sido intervenido quirúrgicamente del corazón. Tenía 82 años y sus restos seran velados en la Catedral de Morón.

Nació en la ciudad de Buenos Aires el 25 de septiembre de 1929 y se ordenó sacerdote el 18 de septiembre de 1954. Fue párroco de la Catedral de San Isidro, Provincia de Buenos Aires, por nueve años, director espiritual del seminario diocesano y rector de dicho seminario por dos décadas. También se desempeñó como fiscal eclesiástico, canciller en el año 1961 y vicario general de 1962 a 1980. En la época en que fue párroco, inició la larga amistad que aún mantenía con el obispo Jorge Casaretto. En 1975 fue nombrado por Pablo VI obispo titular de Lares y auxiliar de San Isidro.

Fue trasladado como obispo diocesano de Morón el 22 de enero de 1980 tomando posesión de esta sede el 22 de marzo de 1980. Renunció al gobierno pastoral de esta diócesis, por edad, el 30 de noviembre de 2004.

Era un obispo considerado moderado y había logrado una férrea amistad con el, por entonces presidente, Raúl Alfonsín, amistad que se inició en 1983, cuando ambos se conocieron con motivo de la mediación papal por el conflicto que nos llevó a la paz por el diferendo del canal del Beagle.
Esta amistad continuó en el tiempo, hasta que el 2009 le impartió la unción al ex presidente.

También Laguna se caracterizó por ser una figura crítica de las políticas socio-económicas del presidente Carlos Menem. Es menester reconocer que dichas críticas fueron volcadas en un momento en que gran parte de la sociedad parecía no comprenderlas y continuaba "embelesada" por estos lineamientos socio-políticos.

El deceso se produjo a las 2.30 en el Hospital Italiano de la Capital Federal a raíz de una complicación derivada de una operación que había sido considerada de riesgo por los médicos.









domingo, 30 de octubre de 2011

JOSÉ FERRAZ DE ALMEIDA JÚNIOR


Nació el 8 de mayo de 1850 en Itu, Brasil
Murió el 13 de noviembre de 1899 en Piracicaba, Brasil

Almeida Júnior revela precozmente una inclinación hacia el dibujo y la pintura.
A los 19 años, con la ayuda financiera de parientes y amigos, parte de Itu, su ciudad natal, hacia Río de Janeiro con el fin de ingresar en la Academia Imperial de Belas Artes (Aiba) en donde inicia los estudios.
Entre sus profesores están Jules Le Chevrel (ca.1810 - 1872) y Victor Meirelles. 
Termina sus estudios en 1874, destacándose por la calidad de los trabajos realizados, como comprueban las condecoraciones recibidas en su formación en las asignaturas de dibujo figurado, pintura histórica y modelo vivo, además de la medalla de oro que ganara con el lienzo "Belizário Esmolando" (Belizário Limosneando) en su última participación como alumno en la Exposições Gerais de Belas Artes de la Aiba.
Almeida Júnior vuelve a Itu en 1875. Ofrece sus servicios, como profesor de dibujo y pintor, en un taller propio. Realiza una serie de encargos, sobre todo retratos.
A expensas del emperador, pasa el año de 1877 frecuentando clases de dibujo en París, donde ingresa en la tradicional École National Supérieure des Beaux-Arts en 1878. Hace un curso de tres años, teniendo como principal profesor Alexandre Cabanel, uno de los mayores enemigos de los impresionistas.
Esa estancia en Francia sirve más para corroborar los valores aprendidos en la Aiba y para su perfeccionamiento técnico (dominio del dibujo y de la geometría de la composición, por ejemplo), que para efectuar un cambio en la orientación artística de Almeida Júnior.
Vuelve a Brasil en 1882 y realiza una exposición de sus obras europeas en la Aiba. Al instalar en ese mismo año un taller en São Paulo, se convierte en uno de los responsables de la maduración del medio artístico de São Paulo.
En concomitancia con otros géneros de pintura, Almeida Júnior realiza en la última década de su vida el conjunto de lienzos de temática regionalista con el que conquistaría definitivamente su lugar en la historia del arte brasileño. En pinturas como Caipiras Negaceando (Pueblerinos Cazando - 1888), Caipira Picando Fumo (Pueblerino Picando Tabaco - 1893), Amolação Interrompida (Afilado Interrumpido - 1894), Apertando o Lombilho (Apretando el Lomillo - 1895), O Violeiro (El Guitarrista - 1899) se revela su admiración por pintores no académicos, pero de mucha importancia en la Francia del siglo XIX, con el realista Gustave Courbet o Jean-Baptiste-Camille Corot.
Sus cuadros caipiras (pueblerinos) y su pintura de género, con escenas del cotidiano burgués en general, por ejemplo Leitura (Lectura) de 1892, son bien aceptados por la burguesía empeñada en la construcción de una imagen e historia para sí misma, la historia del pueblo de São Paulo.
Su vida terminó previsible y trágicamente en 1899, cuando fue apuñalado hasta la muerte por el marido de su amante.

O Violeiro (El Guitarrista)

Caipiras Negaceando (Pueblerinos Cazando)

Caipira Picando Fumo (Pueblerino Picando Tabaco)

Amolação Interrompida (Afilado Interrumpido)

Apertando o Lombilho (Apretando el Lomillo)

Descanso do Modelo (Descanso del Modelo)

A Leitora (La Lectora)

Cena de Familia de Adolfo Augusto

Saudade

Pescando

Salto de Itu