jueves, 21 de julio de 2011

PRESIDENTE ARTURO UMBERTO ILLIA, HOMENAJE A UN GRANDE



Por Daniel Salzano.










(Publicado en "La Voz del Interior", Córdoba, 25 de enero de 2003.)



De los 63 años que tenía cuando asumió la presidencia, Illia Arturo Umberto había pasado la mitad en Cruz del Eje, donde llegó designado como médico del ferrocarril por Hipólito Yrigoyen.
Se levantaba con el pito de las seis y a las diez había que cebarle un par de mates. Esas cosas en el pueblo se sabían. Lo mismo que el contenido de su guardarropa: una corbata roja con leoncitos y un traje azul marino donde cargaba muestras gratis, apretadas como puños en todos los bolsillos.
A veces le pagaban con gallinas y a veces pagaba él la nafta que consumía la ambulancia. De noche, cuando el cucharón de la luna se derramaba sobre el pueblo, jugaba unas manos al chinchón, se daba una vuelta por el comité y, antes de dormir, leía a Krause. O a Weber. O el Patoruzú.


Cada vez que debía ausentarse para cumplir con sus obligaciones políticas, en Cruz del Eje le organizaban una cena de despedida cuyo menú incluía mayonesa de ave, paella a la valenciana, flan con crema, vino de la casa y agua mineral San Remo.
En 1963 se despidió desde la cabecera con una reverencia y acompañado por dos mariposas que volaban en círculos alrededor de su cabeza, viajó a Buenos Aires para ocupar la Casa Rosada.
Tres años más tarde lo derrocó un batallón de tanques porteños al mando de un general vestido como Patton. Illia lo enfrentó con el traje azul y un ejemplar de la Constitución en la mano. Ríndase, general.


EL GOLPE DE ESTADO DE 1966: un asalto a la República





El 28 de junio de 1966 a la madrugada Illia se encontraba en la Casa de Gobierno, acompañado por los ministros, colaboradores, algunos senadores y diputados nacionales radicales. A las 5.10 horas, de ese día martes penetraron el general Julio Alsogaray, el Jefe de la Casa Militar brigadier Rodolfo Pío Otero, el coronel Luis Perlinger y un grupo de oficiales. 
El diálogo reconstruido fue publicado por la revista "Somos" el 21 de enero de 1983:

Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe... 
Illia: -El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo. (Señalando un libro que está a un costado de su mesa). Mi autoridad emana de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted también ha jurado cumplir. A lo sumo, Usted es un general sublevado que engaña a sus soldados. 
Alsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará. 
Illia: -Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sino tan sólo a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos... 
Alsogaray: -Señor Presid... (rectificándose) doctor Illia... Varias voces: -¡Señor Presidente! 
Alsogaray: con el fin de evitar actos de violencia, lo invito nuevamente a que abandone esta casa.
Illia: -Son Ustedes quienes están provocando la violencia. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército 
de San Martín y de Belgrano. Le han causado mucho mal a la patria y lo seguirán causando. El país los condenará por esta usurpación... 
Alsogaray: -Usted está llevando las cosas a un terreno que no le corresponde, doctor IIlia; le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos. Su integridad física está asegurada. 
Illia: -Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el lugar que me indica la ley y mi deber: Como comandante en jefe, le ordeno que se retire. 
AIsogaray: -Yo sólo recibo órdenes del comandante en jefe del Ejército. 
IIlia: -El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes son los insurrectos. i Retírense! 
Los jefes militares abandonan el despacho presidencial. A las seis, retorna el coronel Perlinger en compañía 
de oficiales subalternos. Perlinger se acerca por la izquierda hasta la mesa de llIia y le dice en tono firme: Perlinger: -Doctor Illia, en nombre de las Fuerzas Armadas, vengo a decirle que ha sido destituido.
Illia: -Ya le he dicho al general Alsogaray que ustedes no representan a las Fuerzas Armadas. 
Perlinger: -Me rectifico. En nombre de las fuerzas que poseo... 
Illia: -Traiga esas fuerzas. 
Perlinger: -No lleguemos a eso... 
Illia: -Son ustedes los que emplean la fuerza, no yo. 
Perlinger y sus acompañantes se retiran. A las 7.25 vuelve Perlinger está vez al frente de un grupo de efectivos de la guardia de infantería de la Policía Federal, portando pistolas lanzagases.  
Perlinger: -Doctor llIia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo a las personas que se encuentran con usted. Ellos serán desalojados por la fuerza. 
IIlia: -Su conciencia le va a reprochar lo que esté haciendo. (dirigiéndose a la tropa policial). A muchos de Ustedes les dará vergüenza cumplir estas órdenes indignas de quien ni siquiera es su jefe. Acuérdense: cuando cuenten a sus hijos lo que hicieron en este momento, sentirán vergüenza... 
Perlinger: Dr Illia tendremos que usar la fuerza... Illia: -Es lo único que tienen... Perlinger: (Con tono enérgico, a sus subordinados): -Dos oficiales a custodiar al doctor Illia, los demás 
avancen y desalojen el salón. La tropa avanzó mientras que los dos oficiales de policía que debían vigilar a Illia no pudieron cumplir su cometido, pues éste fue inmediatamente rodeado por sus colaboradores. Hubo forcejeos, pero en pocos minutos el despacho fue desalojado. Illia y sus colaboradores bajaron por las escaleras hasta la planta baja, seguidos de cerca por el pequeño batallón de lanzagases. Eran las 7.40 Sobre las veredas de la Plaza de Mayo y del Banco Nación, varias docenas de soldados cuerpo a tierra apuntaban hacia la Casa Rosada con sus fusiles. A las 7.45 Illia subía a un taxi, rumbo a la casa de su hermano en Martínez. "


Alsogaray se había colocado a la izquierda del Presidente IIlia, el que sin levantar la cabeza, ni mirarlo siquiera, ni inmutarse, continuó con lo que estaba haciendo en ese momento. Eso habría molestado al militar, quien irritado pretendió arrebatarle una fotografía que en ese momento Illia firmaba para uno de sus colaboradores (un empleado de la secretaría privada, o el jefe de la misma, Miguel Angel López, o un ordenanza, según distintas versiones) Illia impidió que el militar le arrebatara la fotografía y, seguidamente, se produjo una parte del diálogo, que la citada revista no tuvo en cuenta: 

Alsogaray: -Deje eso, permítame... 
Illia:-cállese... Yo no lo conozco. ¿Quién es usted? 
Alsogaray: -Soy el general Alsogaray:.. 
Illia: -Espérese. Estoy atendiendo a un ciudadano, ¿cuál es su nombre amigo? Alsogaray: -Respéteme... 
Illia: (Al concluir de firmar la fotografía) Este muchacho es más que usted. Es un ciudadano digno y noble. (Parándose y dirigiéndose al general) ¿ Qué es lo que quiere? 
Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe. .. 
Luego, sigue en líneas generales el diálogo ya reproducido, pero con una variante: 
Alsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas le pido que abandone el despacho. 
Illia: -Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos, que como los bandidos aparecen de madrugada para tomar la Casa de Gobierno...

Años después, el coronel Luis C. Perlinger envió al doctor Illia la siguiente nota: " principios de 1966 siendo usted Presidente de la Nación, tuve algunas reuniones en Mar del Plata y en Buenos Aires con generales que ocupaban altos cargos en el EMGE, a los cuales traté de convencer de no romper el orden institucional. Ante la inutilidad de mi prédica y guiado por el desconcepto de que la unidad de la fuerza amenazada por casos aislados de oposición era más importante que el respeto a la Constitución, me plegué al movimiento que estalló el 28 de junio. 
Circunstancias que no se buscan, pero que se dan con frecuencia en los hombres de acción me asignaron un rol imporlante en su destitución. 
En una presentación fechada en julio de 1976, que repartí profusamente y de la cual me ocupé de enviarle un ejemplar escribía: 'Hace 10 años el Ejército me ordenó que procediera a desalojar el despacho presidencial. Entonces el doctor Illia serenamente avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos se lo van a reprochar. ¡Tenía tanta razón! Hace tiempo que yo me lo reprocho porque entonces caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar a un movimiento auténticamente nacional. 
Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo.
El público reconocimiento que  en 1976 hice de mi error; si bien no pude reparar el daño causado, da a usted, uno de los grandes demócratas de nuestro país, la satisfacción de que su último acto de gobiemo fue transformar en auténtico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas de su cargo constitucional..."


(Extraído del libro: "Ricardo Balbín: el radicalismo y la república", de Eduardo Giorlandini, editado por la Cámara de Diputados de la Nación, en 2001. Prólogo de Rafael Pascual.)






EL DRAMA DE ILLIA: en setenta días perdió el gobierno, perdió un hermano y perdió su esposa.
Tapa de la revista 'ASÍ'  del 15 de septiembre de 1966



El 26 de Agosto de 1966, once días antes del fallecimiento de la señora Silvia Martorell de Illia, el diario norteamericano The New York Times publicaba:
 "El ex presidente argentino depuesto por el golpe de estado del 28 de junio último estaría en una dificultosa situación económica. Los amigos del ex mandatario están juntando fondos, en secreto, para ayudarlo.
El doctor Illia cuenta con una pensión presidencial de 3.500 pesos mensuales, aproximadamente 15 dólares. Hace cuarenta años -explica un allegado- era una muy buena pensión; ahora sólo alcanza para cuatro comidas.
El ex presidente vive actualmente con su hermano Ricardo Horacio, que se desempeñaba como su secretario personal, y ambos tuvieron que recurrir a la ayuda económica de unos parientes.
Un amigo de Arturo Illia declaró que este pasa sus días a la cabecera de la cama de su esposa, gravemente enferma de cáncer y que no ve casi a nadie. Ni siquiera los más encarnizados enemigos de Illia pusieron nunca en duda su honestidad personal..."



Fuente:
http://ricardobalbin.tripod.com