POR RODOLFO TERRAGNO ESCRITOR Y POLITICO
Publicado
en Clarín el 17/06/12
El
derecho de autodeterminación corresponde a los pueblos, no a las poblaciones.
Así
lo reconoce el derecho internacional. Un grupo que desea pertenecer al estado
colonial “no es un pueblo y, por lo
tanto, no tiene derecho a la autodeterminación” (Rosalyn Higgins,
británica, ex presidente de la Corte Internacional de Justicia).
Población
y pueblo son dos cosas distintas. Para convertirse en pueblo, los habitantes de
un territorio deben “considerarse a sí
mismos como una sociedad distinta de la sociedad del país que ocupa ese
territorio” (Hurst Hannum, Berkeley).
Esos
pobladores necesitan tener una “identidad
cultural” que los diferencie claramente del país al cual pertenecen
(Anthony Simpson, Comisión Internacional de Juristas, Ginebra).
Deben
ser (o descender de) habitantes “autoctonos”;
es decir, grupos que vivían en las islas antes de la invasion colonial
(Wolfgang F. Danspeck Grubel, Instituto de la Autodeterminación, Liechestein).
Hace
falta que se consideren “victimas” de
una “opresión” y quieran “separarse” del poder colonial. (Pete
Radan, Macquarie University).
El
diplomático inglés Denzil Dunnet (Instituto Real de Asuntos Internacionales,
Londres) recordó, en un trabajo publicado por International Affaires, la
posición que tuvo, sobre este tema, el ex Primer Ministro británico Edward
Heath (conservador; predecesor de Margaret Thatcher). Basado en esos principios
de derecho internacional, dijo en el Parlamento que los habitantes de las
Malvinas no tienen derecho de autodeterminación.
Los
isleños, al votar como es previsible que voten, probarán que no reúnen ninguno
de los requisitos para gozar de ese derecho. Dirán que : Desean pertenecer al
estado colonial.
No se consideran distintos a
la sociedad del Reino Unido.
No poseen identidad cultural.
No descienden de un pueblo
autóctono.
No se sienten víctimas de una
opresión.
No quieren la independencia.
Demostrarán,
así, algo que la Argentina ha sostenido siempre: que ellos isleños no forman un
pueblo y, por consiguiente, carecen del derecho de autodeterminación.
Como
británicos, que son y han de proclamarse, no podrían tampoco ser árbitros en un
conflicto entre su país y la Argentina.
Llama la
atención que la Presidenta y otras figuras políticas se hayan indignado ante el
anuncio del plebiscito.
La
Argentina debería celebrar que se le de la razón.
Pero
hace lo contrario.
Hablando
en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, la señora de Kirchner
se preguntó: “¿Por qué [los británicos]
no van a plantear un referéndum a Irak y Afganistán?”. Esto implica que
deberían hacerlo en aquellos países y, en verdad, sería deseable que se les
diera a irakíes y afganos el derecho de elegir su destino. Esos sí que son
pueblos, con genuino derecho a la autodeterminación.
Fue
poco feliz ponerlos (o dejar creer que están) en el mismo plano que a los
pobladores de Malvinas.
Sin
duda la señora de Kirchner no quiso equipararlos. Acaso la haya traicionado su
tendencia al discurso improvisado, aun en cuestiones diplomáticas que requieren
medir cada palabra.
En todo caso, es hora de que
la Argentina advierta cuándo las actitudes del Reino Unido y los isleños la
perjudican, y cuando involuntariamente la favorecen.
La
ley británica ya no considera a los pobladores del archipiélago, como había
hecho durante largo tiempo, “ciudadanos
de un territorio de ultramar”. Los reputa ciudadanos del Reino Unido.
Estos
ciudadanos, residentes en el Atlántico Sur, sienten el orgullo de ser
británicos y ahora podrán ratificar su pertenencia con el voto.
Cuando
la ley británica dice lo que dice, y los pobladores de las islas aceptan con su
voto tal condición, todo se vuelve a favor de la posición argentina.
Que
los isleños se declaren parte del Reino Unido no significa que pertenezca a su
país el suelo que pisan.
No
pueden ser jueces y parte.
Lo
que hacen es demostrar (sin quererlo) que el derecho de autodeterminación no
les asiste.
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