por
Doralice Lusardi
Publicado en “Hoy día Córdoba” el 24 de agosto de 2007
Se cumplen ciento doce años del fallecimiento del
ingeniero Carlos Casaffousth.
No se suicidó, como muchos equivocadamente suponen. Murió a
causa de una pleuresía, y fue el 24 de agosto de 1900 en Gualeguay, provincia
de Entre Ríos. Tenía cuarenta y seis años.
El del supuesto suicidio no es el único error sobre
Casaffousth que persiste al cabo de más de un siglo. La lista incluye –entre
otras cosas- a su apellido, una y mil veces deformado aún en nombres de
escuelas y calles. Y a la dificultad para diferenciar su rol del de Bialet
Massé en la realización del dique San Roque.
El agua de la vida
Casaffousth nació el 10 de abril de 1854 en Buenos Aires, y
fue bautizado con el nombre de Carlos Adolfo Ramón del Sagrado Corazón de
Jesús. Su padrino fue Sarmiento.
A los dieciséis años perdió a su padre, quien se quitó la
vida en un cruento episodio que tuvo alto impacto en la sociedad de la época.
Al poco tiempo la familia se trasladó a Francia, donde el joven Casaffousth
realizó sus estudios de ingeniería. En la Ecóle Centrale des Arts et
Manufactures de París a la que concurrió, los legajos registran los repetidos
llamados de atención con que se intentaba –sin demasiado éxito- que el futuro
ingeniero ajustara su conducta a las normas fijadas por la prestigiosa
institución.
Cuando terminó sus estudios regresó a Argentina –más
adelante revalidaría su título de Ingeniero en la Universidad de Buenos Aires-
y recorrió sus diversas latitudes, involucrado en diferentes obras de
infraestructura con las que la Generación del 80 gobernante por entonces
apostaba al “progreso indefinido”: su nombre aparece así ligado a la
construcción de vías férreas, telégrafos,
puentes, puertos y un camino a Chile.
Hacia 1882 llegó a Córdoba. Lo hizo como integrante del
Departamento de Ingenieros Civiles de la República Argentina, para ocuparse de
la selección del terreno en el que se localizaría el futuro Hospital Nacional
de Clínicas. Al poco tiempo se hizo cargo también de las obras de la
Academia Nacional de Ciencias.
Así, este ingeniero de notable capacidad, obsesivo por su
actualización y perfeccionamiento profesional, preocupado siempre por acceder a
los libros e instrumentos de ingeniería más avanzados que aparecían en el
mundo, polémico, batallador y mal hablado, iniciaba la década más fecunda de su
vida. Y la más dramática.
En Córdoba, su nombre está fundamentalmente ligado a la
realización de las “Obras de Riego de los Altos”, las llamadas obras colosales,
sistema integral que comprendía los diques San Roque y Mal Paso, los canales
maestros Norte y Sur, puentes, hermosos acueductos y una kilométrica red de
canales menores, cuyo propósito era irrigar miles de hectáreas de tierras por
entonces secas y polvorientas, para que pudieran ser colonizadas y sembradas.
Casaffousth realizó junto a Dumesnil -que pronto se apartó
del proyecto, marchándose a Francia- todos los estudios previos, y bajo su
dirección comenzaron las obras en 1884. Dos años más tarde se sumó a su
continuación Juan Bialet Massé, como contratista a cargo de la construcción.
Bialet, otro gigante de la época, cuya actuación fue decisiva para poder
concretar el proyecto, evaluó así el rol de Casaffousth: “Las obras de riego de
Córdoba son su gloria más culminante; nadie (como yo) sabe lo que en ellas puso
de talento, de trabajo, de anhelos y de cuidados – de generosidad y
desprendimiento. Él estaba en todas partes
y a cada momento, le era preciso ver, palpar, hacer por sí mismo.(...) Los diez
o doce ingenieros que yo tenía a sus órdenes, no eran bastantes para ejecutar
lo que aquella cabeza producía.”
Casaffousth ocupó en Córdoba otros lugares de relevancia:
fue profesor y decano de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas,
legislador, ocasional empresario inmobiliario y productor agropecuario en las
zonas de San Carlos y Santa María. Casado con la entrerriana Eduarda Lazo, en
Córdoba nacieron sus cinco hijos (tres mujeres y dos varones), y aquí también
dos de ellos le fueron arrebatados tempranamente por la muerte, en una de las
devastadoras epidemias de la época.
Por entonces, Córdoba y el país vivían tiempos de auge
económico: inversiones, crecimiento de la producción agropecuaria, el comercio,
el transporte, la construcción e industrias de sencillo equipamiento,
circulaban a la par de una febril ola de especulación y endeudamiento.
Estrechamente ligado a Juárez Celman y al grupo gobernante,
trepado a este tren que enfilaba vertiginoso hacia el progreso soñado, nuestro
ingeniero alcanzó el punto más alto de sus realizaciones: su familia crecía, lo
mismo que su patrimonio y su prestigio, y tenía como profesional la
satisfacción de estar realizando el embalse más grande del mundo.
Pero el resplandor fue fugaz. Y el costo que pagó, muy alto.
Las sombras
Los rumores sobre errores y defraudación en la construcción
del dique San Roque -difundidos por los periódicos con fruición y legitimados
por supuestos expertos-, la crisis de 1890 y la caída de Juárez Celman marcaron
el comienzo del derrumbe. Intereses creados de diversa índole, sellaron su
suerte y debió afrontar junto a Bialet Massé un juicio criminal. A partir de allí se sucedieron la cárcel
(1892/93), el grave daño a su prestigio profesional, la decadencia económica y
el deterioro de las obras de riego por falta de mantenimiento, retroalimentando
así a la calumnia.
Casaffousth y Bialet fueron finalmente absueltos, pero los
rumores sobre las supuestas fallas del Dique, el miedo a que el paredón cediera
y Córdoba fuera arrasada por las aguas, no cesaron. Durante los siguientes
cincuenta años volverían a alarmar cada tanto a la opinión pública, hasta que
el gobernador Sabattini tomó el toro por las astas y decidió se construyera el
nuevo dique San Roque, que se inauguró en 1944. Como cualquiera puede comprobar
cada vez que bajan las aguas del lago, el viejo dique no sólo no cedió, sino
que ni siquiera pudo ser destruido cuando se lo intentó, una vez que el nuevo
estuvo listo para entrar en servicio.
En cuanto a Casaffousth –que jamás admitió siquiera la posibilidad
de que el dique pudiera ceder- no logró recuperarse económica ni anímicamente.
A las desdichas familiares y el desprestigio profesional se le sumó la
vulnerabilidad de su situación financiera, debido a las arriesgadas inversiones
realizadas en los años de euforia y especulación previos a 1890.
Si bien continuó con su tarea académica y vinculación a las
obras de riego, en 1895 decidió finalmente marcharse de Córdoba, a la que nunca
perdonó por el injusto trato al que consideraba haber sido sometido.
En 1896 recaló en Santiago del Estero, nuevamente integrando
el Departamento de Ingenieros de la República Argentina. Allí realizó diversas
obras hidráulicas relacionadas con la defensa de las crecientes del río Dulce y
–su obsesión- la irrigación. Su obra más importante en este último aspecto fue
el Canal de la Cuarteada, del que todavía persisten algunas construcciones
notables y al que también concibió como parte de un sistema integral y
ambicioso que excedía por su concepción los límites de Santiago del Estero y
tal vez se emparentaba con aquel frustrado proyecto Huergo en el que tantas
expectativas se habían puesto algunos años atrás.
Sólo pudo concretar parcialmente su trabajo: falta de
fondos, discordias políticas,
destrucción de canales por vecinos o autoridades locales en pos de
mezquinos intereses... El drama vivido en Córdoba parecía repetirse para
Casaffousth en un fatídico déjà vu En Santiago del Estero, dice Bialet “... fue
albañil, calero, lo fue todo, hasta puso dinero de su bolsillo; allí perdió sus
últimos hijos, allí lloró sangre y lágrimas; y allí... también estaba puesta
una orden de prisión, en pago de tanto mérito y tanto trabajo.”
Cuando se marchó de Santiago no había logrado completar su
obra ni cobrar el trabajo realizado, y sólo quedaba viva una niña de los cinco
hijos que había tenido.
En 1900 la exposición a las inclemencias del tiempo y la
humedad constante en que se desenvolvía su tarea profesional desembocaron en la
enfermedad que lo llevó a la muerte. Pasó sus últimos momentos en una casa de
campo que todavía se conserva, perteneciente a la familia de su esposa.
En Gualeguay, donde descansan sus restos, es prácticamente un desconocido.
En Córdoba -entre otras informaciones erróneas, como vimos-
el rol que desempeñó como proyectista y director del dique San Roque y las
Obras suele atribuírsele equivocadamente a Bialet Massé, confundiendo al
ingeniero con el constructor.
Pero es el mismo
Bialet -que tan estrechamente trabajó y batalló a su lado- quien deja bien claro quien fue el artífice
del dique San Roque. Según sus palabras, “Si algún nombre propio debiera
dársele, sería el de Dique Casaffousth, para honor del que lo hizo y de Córdoba que lo aprovecha”
Quisiera agradecer muy especialmente a la Sra. Doralice Lusardi el honor de haberme permitido transcribir su trabajo.
Franklin H Romero Revilla
Quisiera agradecer muy especialmente a la Sra. Doralice Lusardi el honor de haberme permitido transcribir su trabajo.
Franklin H Romero Revilla
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