Fue
dueño de frases bellas e inocentes -pero a la vez ingeniosas-, que
engalanaron las calles de aquella tranquila Córdoba.
Su
nombre verdadero era Fernando Albiero Bertapelle y había nacido según algunos
en Santa Fé, y según otros en Bassano de Grappa, Italia. Tampoco parecería no
haber certeza sobre el año de su nacimiento que suele ubicarse en 1875.
Cuando
Bertapelle se radica en la ciudad de Córdoba, rápidamente comienza a trabajar en
diversos rubros llegando a ser mozo de las confiterías más elegantes del centro
de la ciudad, en donde se destacaba siempre por sus “abarrocados” modales. Era
un entusiasta hincha de Instituto.
Hacia
mediados de los años ’30 conoce al abogado y político conservador Aguirre
Cámara, con quien traba amistad y consigue un puesto de camarero en uno de los
puntos de reunión más exclusivos a los que acudía la aristocracia local: el
Jockey Club.
Pero
un detalle que empezó a llamar la atención, era que cuando Bertapelle terminaba
su trabajo y emprendía el regreso por la céntrica calle 9 de julio, lo hacía
vistiendo frac, guantes, galera, un bastón rematado con una bola de billar de
marfil a modo de empuñadura y un llamativo ramillete de flores que prendía de
sus solapas.
También
se lo vió lucir trajes de impecable blanco, con flor y zapatos al tono o
sombreros de safari o botas de explorador.
Sus
recorridos por las arterias del centro cordobés son los que le comenzaron a dar
fama ya que cada vez que se cruzaba con una mujer, Bertapelle, mientras se
quitaba su galera, no perdía ocasión de propinarle elegantes, exuberantes e
ingeniosos piropos. Esta costumbre el caballero la repetía inexorablemente
cualquiera fuese la edad o aspecto de la dama en cuestión.
“Nada
mejor puede suceder en esta esquina: la lluvia y usted” le susurraba a la niña
en 9 de Julio y Rivera Indarte.
También
podía escucharse en la esquina de San Martín y 25 de Mayo: "En el mar de
las veredas con ojos como los suyos, ¿quién podría salvarme?" o “ Adiós
rueda de auxilio para un corazón en llanta”.
También
dicen que con motivo de la llegada del voto femenino, en 1952, no se perdió de
decir a una mujer que pasaba por allí ocasionalmente: "Adiós, hermosa legisladora del
mañana…". La respuesta en todos los casos era una sonrisa de la dama
galanteada.
Luego
de algún tiempo, y después de varios cambios de actividades, Jardín Florido
comenzó a trabajar en la inmobiliaria Villalón, sita en la calle 25 de Mayo al
200, y próxima al Hotel Victoria. Allí hace muy buenos negocios, cuyos
beneficios le permiten cumplir su sueño de adquirir un automóvil Packard similar
al que usara el cantor Carlos Gardel. A éste coche es que le agrega sendos
floreros en los costados, a los que nunca dejaba de mantener en forma.
Lamentablemente,
hacia mediados de los ‘50 protagoniza un accidente producto de su particular
afición, ya que mientras pasaba con su Packard por la esquina de Urquiza y
Jerónimo Luis de Cabrera, quiso saludar quitándose la galera y arrojándole una
flor a una mujer que acertó a pasar por
allí, motivo por el cual quitó las manos del volante, ocasionando que el
vehículo perdiese el control y lastimara a tres jóvenes.
De
esta forma perdió el automóvil y su pequeña fortuna para poder cubrir las indemnizaciones correspondientes.
Luego
de esto siempre se movilizó en tranvía, a los que solía ascender en plena
carrera, costumbre que conservó hasta sus últimos años.
Aseguran
que no mucho antes de morir deslizó: “Pasarán los días y no me encontrarán,
nada más…”. Finalmente, abandonó para siempre su querida Córdoba una fría
mañana de julio de 1963 cuando tendría 88 años.
Posteriormente,
el famoso conjunto folclórico cordobés “Los del Suquía” inmortalizarían el vals
criollo “A Jardín Florido”, obra de Raúl Montachinique, y que lo pinta en su más galante expresión.
Actualmente
tres sitios recuerdan al entrañable personaje en la ciudad de Córdoba: Una
placa de cerámica en la calle San Martín, otra en Antonio del Viso 738 (donde
vivió junto con su compañera, Eduvije Guevara), y una mayólica en “su” esquina
de 9 de Julio y Rivera Indarte, obra de Nélida Varaldi con versos de Noemí Pedernera.
A Jardín Florido
Calle 9 de julio esquina
Rivera Indarte
corazón elegante de mi docta
ciudad.
Donde late la vida al compás
de los gritos,
de los trinos y los versos del
cieguito cantor.
Con su paso altanero se acerca
un viejecito
que guarda veinte abriles
dentro del corazón.
Quién no lo conoce ahí va
Jardín Florido
en el ojal prendido su
infaltable clavel.
El piropo elegante que el
caballero brinda
a la cordobesita que acaba de
pasar
la niña se da vuelta y esboza
una sonrisa
que es como una caricia para
el galán de ley.
Pasaron muchos años y el
centro de la Docta
lo vio todos los días sus
calles caminar
y se fue marchitando el clavel
de su pecho
que a la dama de negro no pudo
galantear.
Galanterías finas, piropos
respetuosos
quedaron en el aire del centro
cordobés
un clavelito blanco se fue
rumbo al olvido
murió Jardín Florido,
caballero de ley.
un clavelito blanco se fue
rumbo al olvido
murió Jardín Florido,
caballero de ley.
que hermosa y triste historia!
ResponderEliminarQue hermosa y triste historia! Romina de córdoba.
ResponderEliminarCiertamente. Sin embargo, y tal como cuenta la historia, fue un personaje muy popular. He conocido muchos cordobeses de la época que recordaban su andar.
ResponderEliminarMuchas gracias por comunicarse.
Yo tuve la suerte de conocerlo, porque siendo cordobés para mi fue un orgullo. Estaba ahí, en la esquina de San Martín y casi Rosario de Santa Fé. Íba con mi hermana para verlo o mejor dicho, para que mi hermana me lo hiciera conocer, ya que hablaban tanto de él!.. Y creo que fue por el año 1961 ó ´62, no recuerdo. Lo que sí recuerdo era que llevaba un clavel rojo y no blanco como en las fotos. Por supuesto que le dijo un hermoso piropo a mi hermana... y ella...agradecida! VICTOR de Córdoba Capital.-
Eliminar¡Muy bello recuerdo el que nos trae, estimado Víctor! Muchas gracias
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