martes, 30 de octubre de 2012

MALA PRAXIS - ARQUITECTURA


Mala praxis, tarjeta roja para el arquitecto – 
¿Qué puede reclamar el cliente?

Muchas veces los clientes se sienten desprotegidos frente a los problemas que ocurren durante el desarrollo de una obra. ¿Qué puede reclamar el cliente? ¿A quiénes pueden recurrir? Además de las causas civiles o penales en instancias judiciales, existen procedimientos llamados causas de éticas. Las sanciones pueden llegar hasta la cancelación definitiva de la matrícula o las sanciones con censura pública.

Por supuesto que casi todas las diferencias se superan hablando. Ponerse de acuerdo es algo que la mayoría de las veces nos lleva tiempo, pero que es imprescindible para vivir en sociedad. Las relaciones entre profesionales y clientes se basan en acuerdos implícitos y también explícitos. Pero no siempre las cosas son así.

Algunas veces los problemas pasan a mayores y los conflictos se resuelven con la ley en la mano. Y no sólo con Código Civil o Penal. Existen, además, las llamadas “causas de ética”, en las que se puede denunciar a un profesional por faltas a las reglas básicas del ejercicio de su actividad.

En la Ciudad de Buenos Aires, según información proporcionada por el CPAU (Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo) las causas principales por las que los clientes denuncian a arquitectos son éstas: problemas técnicos de construcción y la negligencia en la ejecución de la obra, ejecutar la obra sin tener el permiso municipal, no cumplir con el contrato, abandonar la obra sin justificación, comenzar los trabajos sin la presentación del proyecto, no respetar el cronograma, modificar el proyecto sin consultar con el cliente, no entregar carpetas técnicas o el plano final, no controlar al personal y no concurrir a la obra.

Ejemplos puede haber cientos, pero el caso real que viene a continuación es un ejemplo en el que transgresiones y desacuerdos de todo tipo se hicieron presentes en una misma obra.

Un caso que se lleva todos los laureles
Había que realizar una vivienda nueva, un trabajo que implicaba las tareas de demolición en la construcción existente, realizar y revocar nuevamente las medianeras y el contrafrente, hacer nuevas estructuras (es decir bases, columnas, vigas y escaleras), realizar todas las instalaciones (gas, electricidad, calefacción), colocar pisos y reparar el cielorraso. Además, de realizar todos los trámites burocráticos correspondientes ante la autoridad competente (GCBA).

Sin embargo alguien no entendió bien la consigna o no quiso entender.
A ver: para empezar, y siempre según la denuncia de este cliente, las terminaciones parecían no estar “terminadas”, y había fallas graves en la estructura. Ni qué decir del desapego al orden y limpieza que en todo sentido se veía puertas adentro del obrador. Además, según consta en acta, los obreros jamás vieron un recibo de sueldo. Claro, esto es lo que el damnificado pudo ir viendo según pasaba el tiempo y mientras aumentaba su enojo. Sin embargo, otras sorpresas lo esperaron luego de indagar un poco más, que aunque de índole más técnica no menores. Entre otras, la entrega de la documentación incompleta, la no realización de trámites municipales, la superposición en la misma persona de los roles de contratista y director de obra, la falta de cartel de obra y la entrega fuera de tiempo de los certificados de avance de obra. Todo adobado por alguna maniobrilla fraudulenta al incluir el IVA en los honorarios siendo el susodicho responsable no incripto.

De más está decir que al principio fueron todas discusiones y que el arquitecto se fue de la obra cuando el cliente lo terminó echando. (Hubo también una denuncia de abandono de obra que no se pudo comprobar).

Lo primero que sucedió luego fueron las intimaciones con cartas documento instándolo a reparar todos los incumplimientos y los problemas. Pero luego del infructuoso intento llegó el turno de la Causa de ética.

Sanción ejemplar
La cosa se resuelve con un juicio en el que la organización que matricula a los profesionales determina la gravedad de los hechos. En este caso, por supuesto, el arquitecto rechazó todos los cargos, además de manifestar su enojo por la falta de pagos de sus honorarios profesionales. También dijo que no se habían pagado los derechos necesarios para terminar la tramitación administrativa de los planos ante el GCBA y que sus clientes se mudaron a la obra, aún cuando no se encontraba lista, lo que produjo la paralización de la misma.

Las excusas no tuvieron el efecto buscado. Según señaló el comité juzgador, el profesional debió haber acreditado en la causa los honorarios impagos. También debió acercar pruebas de la realización de un proyecto, -o sea, que le probaron que comenzó la obra sin realizar el proyecto encomendado-. Por otro lado, no subsanó los graves errores cometidos y no pagó las cargas sociales ni los seguros del personal que trabajaba para él. Además, engañó a sus clientes cuando aseguró haber ingresado el trámite de la obra en el GCBA y cobró por esto una importante suma de dinero a cuenta. Por todo esto, resolvieron suspenderle la matrícula por el término de dos años y anunciar una censura pública (publicar en los medios de comunicación tal suspensión).

Seguramente no todos los casos son tan serios o contundentes. Pero, a veces, una ayuda de colegas que prefieren que las cosas se hagan bien viene bárbaro.

Fuente: www.cronista.com

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