Aquella
noche, en la hora de la rata, el emperador soñó
que había
salido de su
palacio y que
en la oscuridad
caminaba por el
jardín, bajo los
árboles en flor. Algo
se
arrodilló a
sus pies y
le pidió amparo.
El emperador
accedió: el
suplicante dijo que
era un dragón
y que los
astros
le habían revelado que al día siguiente, antes de la
caída
de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le
cortaría la
cabeza. En el
sueño, el emperador
juró
protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei
Cheng. Le
dijeron que
no estaba en
el palacio; el
emperador lo
mandó
buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que
no
matara al dragón, y hacia el atardecer le propuso que
jugaran
al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba
cansado
y se quedó dormido.
Un
estruendo conmovió la
tierra. Poco después
irrumpieron dos
capitanes, que traían
una inmensa
cabeza
de dragón empapada de sangre. La arrojaron a los
pies
del emperador y gritaron: Cayó del cielo. Wei Cheng,
que
había despertado, la miró con perplejidad y observó:
Qué
raro, yo soñé que mataba a un dragón así.
Wu
Ch’eng En (siglo XVI), “La sentencia”.
Jorge
Luis Borges, Antología de la literatura fantástica
De cuentos breves y extraordinarios.
De cuentos breves y extraordinarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario